La leyenda que estremeció un pueblo entero
Aquel sitio de campanas lejanas justifica el poder de Camaxtli, era un sollozo de los fundadores de dicho lugar y constituía en presagio para los hombres de buena voluntad.
La principal divinidad para ellos era Camaxtli, y como supo anticipadamente la traslación del pueblo que fundaron los toltecas en su peregrinación de mar a mar, a él llegó la queja de los muertos que iban a quedar abandonados, decidió encantar la mejor campana de Atenamictli, con cuyo sonido guiaría después por el sendero del bien a quienes pudieran conservar la gracia de oírla.
Aquel dios penetraba en los pensamientos de todos y por lo mismo, conocía los engaños de los españoles para trasladar dicho pueblo al lugar que hoy ocupa esta ciudad.
La noche que se trasladaban los santos y las campanas del primitivo Zacatlán al sitio que habían elegido, al llegar al río notaron que una de las campanas aumentaba excesivamente de peso, después se dieron cuenta que un poder invisible se las arrebataba, a pesar de los esfuerzos que hicieron defendiéndola, sintieron que les faltaba la fuerza, cayeron desmayados, rodó al río la campana y el sonido que produjo al caer se fue perdiendo. Repuestos de la impresión se pusieron a buscar la campana, pero ya jamás llegaron a encontrarla, creyeron que tal vez la corriente la había arrastrado.
Los indios a indicaciones de los frailes salieron a buscar el sitio elegido por los santos para edificar el nuevo pueblo, porque el primero no les gustaba, los santos y la campana estaba debajo de unas peñas y entre la espesa maleza, en el lugar donde hoy está el convento Zacateco y al cabo de un tiempo se fundó el nuevo Zacatlán que todos conocemos.
Atenamictli no fue abandonado del todo, habían personas que atendían los campos de cultivo del pueblo abandonado y así fue como un día 29 de Junio a las doce horas del día uno de nuestros antepasados oyó un repique misterioso dentro de las aguas.
Con el transcurso de los años se dieron cuenta que el repique de la campana se repetía a las doce de la noche en los años subsiguientes.
El sonido de aquella campana a veces simulaba risa, era que Camaxtli estaba satisfecho de su obra, nuestros desaparecidos lloraban por haberse quedado tan solitarios; era una llamada de amor y una promesa de felicidad para todo zacateco, pasaron los años, Camaxtli fue derribado de su altar, de su poder y sus obras se perdieron en el polvo y en el olvido, se acabaron los hombres buenos en la extensión de la palabra, y por esta razón la campana enmudeció para siempre.
Relato de: Sergio Ramos González
Leyenda de Atenamiteca
Relato de: Sergio Ramos González
Leyenda de Atenamiteca
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